En el otoño de 2001, Peter Granser fue seleccionado para participar en el "World Press Photo Masterclass". Los responsables del taller habían propuesto a los jóvenes fotógrafos participantes un tema concreto. Se trataba de un tópico de moda: la identidad. En lugar de fijarse en las formas en las que la gente define su identidad -un primer beso, un primer par de tejanos de The Gap, un estudiante de primer año-, Granser se interesó por un extremo mucho menos atractivo del espectro. Centró su atención en el Alzheimer y en lo que éste conlleva: el ataque a la identidad, la progresiva e inexorable pérdida de uno mismo.
El tema del Alzheimer no le pilló por sorpresa. Antes de fijarse en esta enfermedad, había realizado un proyecto titulado Sun City, en el que retrataba una comunidad de jubilados en el sudeste de los Estados Unidos. En aquella extraña ciudad repleta de jubilados llenos de arrojo, se había topado con un sinfín de detalles enigmáticos. Recopiló imágenes de arrugas, cactus, secadores de pelo y flamencos de plástico y contó con ellas una historia, esencialmente cierta, aunque algo exagerada sobre formas de envejecer. En Sun City, hacerse mayor no pasa por sentarse en una mecedora en el porche, echar la vista atrás y prepararse, poco a poco, para abandonar esta vida. Al contrario: la historia que nos cuenta Granser muestra a hombres y mujeres que se han reinventado a si mismos sin compromisos ni sentimentalismos. Su trabajo sobre el Alzheimer sondea el otro extremo, el de la dependencia y la vulnerabilidad. Sin embargo, tal y como ya ocurre en Sun City, Granser aborda el tema desde el asombro y no desde el cinismo.
"Me interesa mostrar imágenes sencillas, que permitan comprender la enfermedad y transmitan la impresión de aislamiento que tienen quienes la padecen". Granser equilibra cuidadosamente sus series. Por un lado las imágenes colocaban en primer plano el ser humano y la experiencia por la que tenían que pasar. Pero por otro lado, el fotógrafo demuestra un gran respeto por la dignidad del paciente en todo momento. Los tonos pastel arrojan una luz muy favorecedora tanto en hombres como en mujeres; la cámara sigue sus pasos, sus gestos. El color desempeña un papel fundamental en esta apuesta por el equilibrio. Funciona como un velo protector para los retratados. La rigidez del formato medio forzó aun más la necesidad de precaución.
Los retratos de Granser manifiestan una imponente inmediatez. Es casi imposible escapar a la fascinación de los rostros, no sucumbir al deseo de contemplar las vidas que representan. En su trabajo los hombres y mujeres no posan para la cámara, no ofrecen sus rostros a la mirada del fotógrafo. Están perdidos en la inquietud que impone el Alzheimer. Eso sirve para garantizar la autenticidad de los retratos.
Las fotografías de Peter Granser no pretenden dar una visión completa del asunto. Sus series fotográficas no se presentan como un estudio científico. Con prudencia, sobriedad y optimismo, las imágenes inician un diálogo, dirigen nuestra mirada hacia rostros y gestos que, de otro modo, no nos hubiésemos tomado la molestia de observar. Granser no es dado a exageraciones. Lo diré de nuevo: ésta es sólo una de las historias que muestra las huellas que el Alzheimer deja tras de sí. Habla de pérdida. Habla de dignidad. Y de las resplandecientes contradicciones del rostro humano.
Christoph Ribbat (Fragmentos del texto del catálogo de la exposición)