Esperamos que esta sala hiera su sensibilidad
Cuando se va a ver la obra de un artista contemporáneo es mejor, creo, ir con las precauciones del que acude al envite del trilero: hay casi siempre gato encerrado y si no lo hay, mala cosa; es que ni siquiera hay bolita bajo la nuez. Por mi escasa experiencia en esto de tratar con artistas se que se les pueden coger cariñosamente las manos, mirarles fijamente a los ojos, hablarles confiadamente, escucharles con largueza y no tener temor alguno a encontrar en ellos no digo ya un átomo, un fugacísimo quark de verdad. Son los mamíferos con mejores dotes para el camuflaje y el disimulo, por encima de la liebre y la jineta. Pero es más peligroso, mucho más, asomarse a lo que hacen: los artistas nunca dicen verdades, sea eso lo que sea. Son los que las hacen. O las inventan. O las fabrican. O lo que es peor, los que anuncian las verdades de pasado mañana. No es cosa de fiarse; "pasado" y "mañana" no tienen sentido juntos. Ni lo tiene hacer verdades, inventarlas o fabricarlas. Desconfíe. Tienen gato.
Dicen que esta exposición se titula "Ir y venir". De acuerdo, vale. Pero Vd. ve a alguien en estas telas que vaya o venga? Yo no. Veo paisajes desérticos, rocas, viento cuevas, olas, nubes, mar… Sí, es cierto que aparecen a veces unos seres minúsculos, identificables como humanos, pero no parece que se muevan mucho. Más bien da la impresión de que los zarandean los elementos, o que son hormigas atravesando un erial infinitamente mayor que ellos. Y además en algunas telas aparece una red que los atrapa. No parece el relato de un viaje. Nadie llega. Ni sale. Se limitan a vibrar un poquito como pegados a una cuerda tensa y tan larga que se sale de la urdimbre del cuadro, tan larga que su período sería mayor que la vida de uno de esos seres pequeñitos y les parecería, pegados a ella, que se trasladan enormes distancias sin haber hecho otra cosa que oscilar en su frecuencia. Fijos a otro marco mucho más grande. O a una gigantesca tela de araña movida por el viento. Pero sin tener siquiera el consuelo de la araña.
Sé positivamente que los primeros dibujos y las primeras ideas de lo que se ve aquí aparecieron con las fugaces visiones de inmigrantes huidizos que se escondían donde podían tras llegar sobre unos maderos mal ensamblados a las playas de Canarias. Para ser exactos a una isla desértica y casi desierta que se llama, para más INRI, Graciosa. Y sí que es verdad que en algunos momentos puedes imaginar que esos hombrecillos vapuleados por los elementos, atrapados en la red o rodeados de vacío, son inmigrantes pero no hay manera de confirmarlo. Son demasiado invisibles, demasiado pequeños o son sólo trozos o manchas en el reflejo del agua.
Si fueran o vinieran habría algo de alegría o de entusiasmo en alguna de las jornadas. Y no hay ninguna. Ni van ni vienen, al menos queriendo. Como no hay ni alegría ni entusiasmo en la ruta del barco negrero. No saben de dónde salen ni saben ni a dónde ni cuándo llegan. El viaje del esclavo no termina nunca. Están a merced de lo que haya en el giro que toque. Como la hojarasca o las algas en la playa. Porque tampoco merecen en estas estampas solidaridad alguna. Y esto ya me escama. Si fueran otros, esclavos que no podemos ser nosotros, esclavistas porque nos lo pedimos primero, habría alguna solidaridad en la esquina de alguna pincelada. Ni una. Nada. ¿Puede ser así de crudo? Sé que eso del arte comprometido (la equitación protestante, que decía Borges, el Infame) pasó hace años y no cabe esperar verlo en un artista contemporáneo. Pero es raro en este artista que en su cartilla de ING (Individuo No Gubernamental, no se confundan) tiene la mención "Solidaridad: Probada" Debe ser que si habla de otros se ha amputado, queriendo, ese registro. Igual que ha quitado lo bonito, que tampoco es del arte contemporáneo, cosa que no deja de molestar a los que ven arte desde el siglo pasado. Y es que en las raíces de este arte hay una desmesurada ambición de realismo, de ser más realistas que los realistas, porque el realismo ya no lo es y sólo podemos verlo como engaño, si es que alguna vez fue visto de otra forma.
Es moderno eso de amputarse cosas antes de empezar a hacer algo: escribir sólo con palabras que tengan la letra i, por ejemplo, pintar cuadros de un solo color, ver todas las visiones de un solo y mínimo acontecimiento. Ejercicios de estilo, parecen. O fotos de un satélite mecánico, anónimo, frío, que sólo capta una longitud de onda y un pedazo de lo que ocurre cada vez que pasa.
No hay de qué quejarse. El artista es contemporáneo, como Vd. o yo, y es normal que su trabajo sea el resultado de muchas amputaciones sucesivas, precisas, pragmáticas, como lo somos Vd. o yo. Alo mejor busca un lenguaje en el que nos entendamos todos los tullidos. Quizá sea que sólo comunican algo las miradas y sobran incluso los gestos: no tenemos ya con qué.
Miguel del Valle Inclán