Unas cuantas estancias
Miguel Ángel Ropero

Del 15 de Diciembre de 2010 al 23 de Enero de 2011
Fotografía de Miguel Ángel Ropero

Horario:
Martes a sábados:
de 11 a 13 y de 18 a 21 h.
Domingos y festivos:
de 12 a 14 y de 18 a 21 h.
Lunes cerrado

Siguiendo con el objetivo permanente de revisar la trayectoria de los nombres principales del panorama artístico riojano, la Sala Amós Salvador abre sus puertas para mostrar la obra de Miguel Ángel Ropero, cuya itinerario vital está y ha estado profundamente vinculado a las más diversas manifestaciones de la cultura en nuestra región, a veces como gestor (fue, entre otras responsabilidades, coprotagonista de la puesta en marcha y de las primeras singladuras de Cultural Rioja) y otras como creador polifacético..

Las paredes de las que ahora cuelgan sus obras han sido a menudo testigos de sus palabras, antes como anfitrión de otros huéspedes cuando ejercía activamente responsabilidades políticas, y ahora como asiduo espectador de las obras que a lo largo de los sucesivos años han pasado por esta Sala.

Esta exposición retrospectiva nos muestra que su labor creativa no ha tenido la continuidad que a él seguramente le hubiera gustado, y se ha supeditado a menudo a otras ocupaciones más exigentes, o, al menos, más apremiantes.

Como no podía ser de otra manera, el propio artista ha organizado la exhibición con un criterio narrativo, y nos va guiando por una serie de estancias en las que las obras revelan los intereses, deseos y obsesiones de cada momento. Obras pobladas de historias, contenidos, objetos, materias y colores, con formas marcadas por una técnica muy elaborada en la que Ropero une a menudo las cualidades del artista con las habilidades del artesano.

Las estancias se van sucediendo como esas puertas de un largo pasillo que se van abriendo, según el propio Ropero explica, mostrando su interior: en unos casos el dominio de la figura femenina conviviendo armoniosamente con los espacios interiores de la “Estancia de las Ninfas”, o la fusión de las miradas de artistas de diferentes épocas que han recreado los mismos asuntos en la “Estancia de los encuentros”, o las raíces riojanas y del Camino de Santiago, con los personajes pintorescos que habitan la “Estancia del Contrarretablo”.

Otros pobladores de sus obras llegan a la exaltación para mostrarse en tumultuoso e irrefrenable placer en la “Estancia de la Bacanal” dentro de la morada de Baco, situada pertinentemente en el corazón de la bodega de donde sale el vino de nuestra tierra; por otro lado, se muestran mezclados seductores y seducidos bajo la luz de los focos del cinematógrafo o de la oscuridad de la sala de proyección.

Toda esta exaltación de los sentidos, esa sensualidad desbordante, desaparece en la última estancia, donde los personajes salen del objetivo y queda el halo de su presencia en los espacios vacíos. Del primer encuentro de la figura con el espacio hemos desembocado en el desencuentro. La “Estancia de la Cripta habitada” está vacía de figuras aunque sabemos que por allí han estado, y que de alguna manera permanecen, aunque lo que se representa es su vacío. Quizás, como dice Ropero, han salido de la obra artística y han pasado a la literaria.

Esperamos que esta exposición sirva para difundir entre los riojanos la obra de un pintor conocido más por su presencia pública que por su importante obra, y a la vez como reconocimiento de su importante papel en la puesta en marcha de Cultural Rioja.

Sala Amós Salvador

Alguien dijo en cierta ocasión que la trayectoria de un pintor consiste en ir recorriendo un pasillo más o menos largo (dependerá de la duración de la propia vida del artista) a cuyos lados -como si de un corredor de hotel se tratara- se muestra en perspectiva una sucesión de puertas cerradas. La tarea del artista consiste en ir abriéndolas una por una y en asomarse a las estancias que hay tras ellas. Pintores hay que se desinteresan por los contenidos de las que abren en primer lugar y regresan al pasillo para continuar su recorrido e investigar tras otras puertas hasta dar con la estancia que les está destinada. Por el contrario los hay que se sienten fascinados por lo que la primera habitación les ofrece -huéspedes ilustres, bellas mujeres, flores, frutas, decoraciones suntuosas... e incluso el paisaje urbano que se contempla desde el balcón-; hasta tal punto que deciden quedarse allí durante el resto de su vida fundiéndose más y más con todo aquello. Finalmente los hay que permanecen en la estancia recién abierta solo el tiempo preciso para asimilar y me­morizar lo que aquella les muestra, pero que, una vez interiorizado, sienten la pulsión irrefrenable de abandonar la habitación y seguir asomándose a otra y a otra y a otra... e ir empapándose de sus diferentes -y a veces contradictorios- contenidos. Y así hasta que el corredor (o sea la vida) llega a su fin.

No dispongo de la suficiente perspectiva para saber a cual de esos grupos de pintores pertenezco, pero sí sé al que me gustaría pertenecer.

De ahí el título de esta muestra: “Unas cuantas estancias”.

Miguel Ángel Ropero


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