Javier Victorero
Javier Victorero - En la quietud
Horario
> De martes a sábado
De 11 a 13 y de 18 a 21 H.
> Domingos, festivos
de 12 a 14 y de 18 a 21 H.
> Lunes cerrado
CARTA DE PARÍS (extractos)
Juan Manuel Bonet. Un frágil pero intenso hilo que me une a España, esta pintura contenida, silenciosa, meditativa, y sin embargo llena de emoción y de vida (…) Pintura que tiene como siempre meridianamente clara su condición de pintura. Pintura esencial. Pintura concentrada como lo han sido la de Paul Klee, la del silencioso Luis Fernández –faro absoluto para su paisano- o la de Pablo Palazuelo. Pintura ascética, enraizada en un sentimiento de lo sublime (…) Pintura la de Javier Victorero radiante como pocas, que se expande sobre la pared, y que se expande además en nuestra memoria. Pintura delgada y cristalina, diamantina (…) Pintura en ojivales góticas, ya sin niebla. Pintura en diagonal. Pintura de Maitines. Pintura luminosa, “refugio para la luz” (…) Pintura que en general invita a refl exionar sobre el tema “de lo espiritual en el arte”, así como también sobre esa parte nada desdeñable de la modernidad que se mira en el espejo del Medioevo (…) Victorero: más pintor y más ascéticamente español que nunca, y como siempre comprobar, en el momento mismo de escribir, la difi cultad de traducir a palabras arte tan sutil. Pura pintura, y a la vez la poesía rondando, por las estanterías, por la memoria del morador de la casa junto al Cantábrico, incluso por un título suyo como Lectura de la tarde. Y la música, naturalmente, un cierto musicalismo, que modernamente, sobre todo de Kandinsky en adelante, la música a menudo ha caminado paralela a la pintura.
UN ORIGAMI PARA VICTORERO (extractos)
Enrique Andrés Ruiz. (…) Y lo que quiero decir es la comparecencia aquí de una pintura abstracta que por el contrario se nos presenta dispuesta a cantar, o sea, a decir, a hablar de cosas de la vida y del mundo rompiendo la mudez de la superficie y en flagrante desobediencia para con el fatalismo bidimensional y su condena al aplastamiento de la imagen sobre el plano del soporte. El plegado de las mil grullas —Senbazuru Orikata—, de 1797, parece que es el nombre de un manual donde se recogen las más antiguas instrucciones impresas que se conocen para el ejercicio de ese viejísimo arte oriental. La base-pájaro, la base-pez, la base-bomba de agua, son algunos de los pliegues fundamentales sobre los que luego es posible desplegar la inmensa variedad de figuras (…) Veo las pinturas de Javier Victorero, serias, profundas, concisas, autolimitadas, pero me gusta pensar en la infinita variedad de determinaciones finales que, como de un nido o de una juventud, pueden salir de su nódulo comprimido: la variedad de grullas –las Mil grullas, que decía Kawabata–, de diamantes, de rayos de sol roto, de filos destellantes al fulgor de una luna de vidrio, de castillos de hielo, de cuarzo, de alabastro translúcido como el de los camarines que filtran sobre su interior el sol de puesta o la luz cantábrica de algún amanecer…