CARLOS PÉREZ SIQUIER (Almería, 1930), uno de los pioneros de la vanguardia fotográfica en España, fundó con José María Artero en 1956 el grupo AFAL (Agrupación Fotográfica Almeriense) y la revista del mismo nombre que sobrevivió hasta 1962, y que aglutinó a una generación de excelentes fotógrafos (Masats, Terré, Cualladó, Ontañón, Miserachs, Paco Gómez, Maspons, Schommer…) y dió a conocer la fotografía española a nivel internacional.
Como teórico su aportación es fundamental
en el discurso estético de su generación.
Pero entre todos sus méritos destaca
el enorme valor de su obra. Su profundo
sentido fotográfico, la conciencia de pureza
de su trabajo, el respeto a la condición
de registro que tiene la fotografía, hacen
que la obra de Pérez Siquier no sea simplemente
la creación de un universo estético.
Su obra nos afecta en la medida en
que es la historia misma de lo que somos.
Cuando en los años cincuenta seguía de moda la fotografía pictorialista, Pérez Siquier escandalizó con uno de sus trabajos
esenciales –en blanco y negro y color–, un reportaje del barrio almeriense de “La Chanca” que desarrolló hasta
1972 y que conforma la columna vertebral de esta exposición.
Cuando a comienzos de los sesenta triunfaba el instante decisivo y las composiciones a lo Cartier-Bresson, Siquier luchaba
contra el estilo y buscaba una mirada natural en sus imágenes. Más tarde, en los años setenta, cuando ya se había
impuesto el realismo social en las agrupaciones fotográficas españolas y los jóvenes fotógrafos promovían una revolución
subjetiva fuera de ellas, Pérez Siquier rompiendo esquemas proclamó la superioridad del objeto y la belleza de lo
real en su serie “La Playa” –de estética descaradamente pop que concitó entonces la admiración internacional– y que
también se presenta aquí bajo el título de “Color del Sur” junto a otras obras pertenecientes a esa misma época.
Por
último, “Almería> Granada>Sevilla”, un trabajo reciente sobre el viaje en tren, del que se puede ver aquí también algún
ejemplo, realizado entre 2001 y 2002, revela una mirada moderna, sorprendente y poética, que sigue instalando a
Pérez Siquier, casi medio siglo después de sus inicios, en la locomotora del tren de la fotografía española.